Tuesday, August 18, 2009

Zen

El viejo estanque,
salta una rana.
¡Plaf!

El tipo que escribió este haiku es un monje zen, por supuesto. Se trata de una metáfora de la iluminación, o bien podría ser un relato pormenorizado de una iluminación. El monje en estado contemplativo en el estanque plácido y una rana sobre una piedra que, sin decir agua va, salta. Y entonces se produce el milagro: el monje deja de pensar y pasa a ser. El sonido de la rana al entrar al agua: plaf. Así de simple, ése fue el empujón para que el monje diera el salto al vacío que se denomina zen. Ese hombre que había dedicado su vida al estudio del zen y que había agotado las mil y una formas de la meditación, que sabía de memoria las escrituras del Buda y de los Vedas y que había renunciado a todo, para terminar sus días junto al estanque. Ese monje, en ese momento, logró olvidarse de todo lo que había aprendido, logró olvidarse de su identidad, de su mente y todas sus construcciones y pasó a ser parte integrante del universo, a entender sin pensar, retornó al mundo real. En ese momento pasó a ser el Buda, como ya lo eran la rana y el estanque.
Quién diría, ¿no?

Tuesday, August 11, 2009

El publicófono

La idea era que Dadá es nada produjera siempre contenidos propios y así se diferenciara de la gran mayoría de la blogósfera, pero no pude resistir la tentación de compartir esta minucia. En realidad no está claro que logre demostrar la universalidad de la música, pero es un uso infrecuente y muy disfrutable del publicófono, por llamarlo de alguna manera.
Lo encontré en Boing Boing, un blog que vale la pena vichar de vez en cuando.

World Science Festival 2009: Bobby McFerrin Demonstrates the Power of the Pentatonic Scale from World Science Festival on Vimeo.

Monday, August 3, 2009

Muerte en el aire

Me complace presentarles este corto. Disfruté mucho al escribir el guión y mucho más cuando encarné al personaje, un hombre-radio en el underground de Miami. Es mi segunda colaboración con el director y productor Christian Mendoza. El antagonista es Roberto Durán, con quien cursamos la escuela de teatro de El Galpón, en Montevideo, hace un par de décadas. Fue escrito y rodado en diciembre de 2005 y estrenado en Miami en enero de 2006. Esta exhibición de Dadá es nada, a través de Yahoo videos, es el estreno fuera de Estados Unidos. (Ver)

Dadá es nada

El universo se comporta de manera caprichosa. Es sabido que los anhelos de predecirlo no hacen más que ahondar el misterio. Esa incertidumbre ha provocado un sinfín de zozobras, entre ellas la religión y la ciencia. Apasionantes las dos y sin embargo prefiero la poesía.
La idea de que somos el producto de un estallido feroz, o mejor dicho, que somos ese estallido todavía en expansión, es sin dudas sublime. Tampoco me deja de conmover la teoría que explica que Dios dijo luz y la luz se hizo. Pero me asalta la sospecha de que son versos, expresiones vertidas en el lenguaje del alma: la poesía.
Suelo pensar que todos los caminos conducen a Roma. Que la lluvia y la muerte y la espera y el amor y el miedo y la geometría y el sueño tienden a la poesía. Y que al final “la fina seda se rompe” ¿o no es el final?
Me gusta embriagarme con esa ignorancia, tan parecida a la perfección. Emborracharme de duda, de posibilidades mágicas. Y, de entre tantas verdades que me acechan, tengo predilección por las que no ambicionan propósito ni sentido. Es como si dijera: la razón y la fe no son más que instrumentos defectuosos, tal vez dejados astutamente a nuestro alcance para inducirnos al error, para mantenernos ocupados mientras cumplimos un destino insospechado.
Y entonces a lo nuestro. Sí creo. Creo que Dadá es nada. Así lo profetizó el poeta Tristan Tzara y desde entonces abundan las sospechas. De forma inmediata sonaron las voces de alarma: no, de ninguna manera, Dadá es algo. Una filosofía, una religión, una energía, un seguro contra incendios. No hay nada que sea nada. Ni siquiera Dadá puede presumir de una cualidad tal que contradiga la máxima que establece para siempre que algo es algo.
Otros, más profundos, refutaron a los refutadores, diciendo que aquéllos ignoraban una verdad que estaba delante de sus sentidos y de sus mentes. Los acusaron de ciegos, sordos y obtusos. Pero éstos tampoco daban con la solución. Dadá no es el elefante en el living. Dadá es, no me canso de repetirlo, nada.
Así se intuye. Así se goza, se festeja, se sufre y se deplora. Dadá es nada. Para los hombres libres de las telarañas de la razón y de la superstición hay una claridad cegadora que inunda cuerpo y alma: Dadá es nada.
Suele atribuirse a Boris Vian la máxima que dice que en un mundo tan saturado de conceptos tan inteligentes y bien meditados, la única manera de ser original es decir tonterías. Puedo pretender una voz propia, en ese contexto.