Monday, August 3, 2009

Dadá es nada

El universo se comporta de manera caprichosa. Es sabido que los anhelos de predecirlo no hacen más que ahondar el misterio. Esa incertidumbre ha provocado un sinfín de zozobras, entre ellas la religión y la ciencia. Apasionantes las dos y sin embargo prefiero la poesía.
La idea de que somos el producto de un estallido feroz, o mejor dicho, que somos ese estallido todavía en expansión, es sin dudas sublime. Tampoco me deja de conmover la teoría que explica que Dios dijo luz y la luz se hizo. Pero me asalta la sospecha de que son versos, expresiones vertidas en el lenguaje del alma: la poesía.
Suelo pensar que todos los caminos conducen a Roma. Que la lluvia y la muerte y la espera y el amor y el miedo y la geometría y el sueño tienden a la poesía. Y que al final “la fina seda se rompe” ¿o no es el final?
Me gusta embriagarme con esa ignorancia, tan parecida a la perfección. Emborracharme de duda, de posibilidades mágicas. Y, de entre tantas verdades que me acechan, tengo predilección por las que no ambicionan propósito ni sentido. Es como si dijera: la razón y la fe no son más que instrumentos defectuosos, tal vez dejados astutamente a nuestro alcance para inducirnos al error, para mantenernos ocupados mientras cumplimos un destino insospechado.
Y entonces a lo nuestro. Sí creo. Creo que Dadá es nada. Así lo profetizó el poeta Tristan Tzara y desde entonces abundan las sospechas. De forma inmediata sonaron las voces de alarma: no, de ninguna manera, Dadá es algo. Una filosofía, una religión, una energía, un seguro contra incendios. No hay nada que sea nada. Ni siquiera Dadá puede presumir de una cualidad tal que contradiga la máxima que establece para siempre que algo es algo.
Otros, más profundos, refutaron a los refutadores, diciendo que aquéllos ignoraban una verdad que estaba delante de sus sentidos y de sus mentes. Los acusaron de ciegos, sordos y obtusos. Pero éstos tampoco daban con la solución. Dadá no es el elefante en el living. Dadá es, no me canso de repetirlo, nada.
Así se intuye. Así se goza, se festeja, se sufre y se deplora. Dadá es nada. Para los hombres libres de las telarañas de la razón y de la superstición hay una claridad cegadora que inunda cuerpo y alma: Dadá es nada.
Suele atribuirse a Boris Vian la máxima que dice que en un mundo tan saturado de conceptos tan inteligentes y bien meditados, la única manera de ser original es decir tonterías. Puedo pretender una voz propia, en ese contexto.

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